Restos arqueológicos: inscripciones, blasones y otros
La proximidad de Revilla del Campo a Lara, importante población y nudo de comunicaciones de la época romana dentro de la zona, como lo atestiguan las numerosas lápidas allí encontradas, y la certeza del paso de una vía romana que, partiendo de Lara, atravesaba Revilla con dirección a Los Ausines, nos lleva a la certeza del dominio romano durante un largo período en Revilla del Campo.Tenemos en el mismo pueblo testimonios fehacientes en las lápidas que se encuentran empotradas en las paredes de la Iglesia y en la tapia, junto a la escalera, que forman el redondel de la misma.Estas lápidas han sido estudiadas por J. A. Abásolo, en tu tesis doctoral publicada con el nombre de: Epigrafía Romana de la Región de Lara de los Infantes, Burgos 1974. En sus páginas 146-148 describe las mismas.
Iglesia de la Natividad de Nuestra señora de Revilla del Campo
La acertada combinación de sus piedras sillares en los cinco cuerpos que forman la torre con el de la piedra serrana o de Juarros, castaña o moradiza en el primero, cuarto y quinto; y la más noble y brillante de Hontoria, como la de la catedral de Burgos, en el segundo y tercero. Es todo un acierto arquitectónico y estético.Pero en ella, sobre todo, llama la atención su portada; verdadera joya del más puro estilo plateresco, íntegramente labrada en esa piedra ‘hontórica’,El campanario, sobre la esfera del reloj, otra elegante cornisa separa el quinto cuerpo, también de piedra serrana. Son diez sus arcos alargados de medio punto. Cuatro arcos mirando al oriente, hacia la Demanda; cuatro hacia el occidente; uno al norte y otro al sur, éste con todas las perspectivas de la Sierra de Lara y de las Mamblas, mirando a Covarrubias. La torre no es cuadrada sino rectangular. En el pueblo, a esos arcos, se les llama troneras.Diez son también las gárgolas que recogen y sueltan las aguas del tejado campanil. Sobre éstas, una vez más, el bello y fuerte encornisado como base de una señorial balaustrada y coronamiento de los ocho chapiteles que, arrancando de las cornisas del quinto cuerpo, rematan la torre.
La Iglesia por dentro
Armónica planta de cruz latina de la nave central y sus correspondientes bóvedas a todo lo largo del templo y las respectivas de las capillas.Fuertes muros de piedra sillar, anchos como de fortalezas, mezcla de estilo gótico con renacentista y con elementos tirando hacia el barroco.
El Altar Mayor
El altar es lo mejor de toda la iglesia, con su centro en el Sagrario, y en éste, un relieve triunfal de Cristo resucitado con su flotante manto de púrpura. Todo el altar exhibe tallas y decorados en el más puro estilo del renacimiento, apuntando ya al barroco.Sobre el Sagrario, y un tanto al fondo, dos imágenes de la Virgen María. La primera talla es de tamaño natural, entre una multitud de ángeles que cantan, que la presentan como madre de Cristo, sentada majestuosamente en su trono, y ella, a su vez, como trono del Hijo de Dios encarnado, sentado en sus rodillas.Sobre esa imagen, otra mayor: la central y dominante de todo el retablo; la joya de la iglesia. Es La Asunción de María a los cielos. Su rostro, su dinamismo hacia lo alto, sus rozagantes vestiduras, las nubes de ángeles infantiles que la rodean y elevan coronándola de gloria. Son una prueba de cómo creen y celebran los revillanos este misterio desde hace siglos, misterio que no se definió como dogma de fe hasta el año 1950. Desde tiempos inmemoriales, desde su fundación, María es la patrona del pueblo, como Santa María de Revilla del Campo. Sus fiestas, circunstancialmente en las holguras que deja la terminación del verano, el día 8 de septiembreEl resto del altar sigue la misma línea de arte, color y gracia. Resumiendo, en él están a la vista, como un libro abierto, los gozos, los dolores, la victoria total de los misterios del Rosario, desde el anuncio del ángel a María hasta el triunfo de la Resurrección. Todo en bellísimos relieves. A los dos lados, las cuatro grandes imágenes exentas: la de San Juan Bautista, con el cordero; San Pedro, con las llaves; San Andrés, con su cruz en aspa; y San Pablo, con su espada, porque a espada dio su cabeza por amor a Cristo.A uno y otro lado, en pequeñas hornacinas, los cuatro evangelistas con sus símbolos: San Juan, con el águila; San Lucas, con el toro; San Marcos, con el león y San Mateo, con el hombre.
Capilla del Carmen
Esta capilla se encuentra en la parte norte del crucero. Antes se la llamó del Rosario por el pequeño altar dedicado a la Virgen de su nombre, con una preciosísima talla de María del siglo XVI, del famoso Anchieta, lo que nos da una idea de su categoría, existiendo otra de este autor en la iglesia de Navarrete, en La Rioja. Lamentablemente fue robada la de Revilla en octubre de 1976. Una banda internacional de ladrones saquearon en una misma noche todos los templos de los pueblos vecinos. La suple ahora una más humilde, también del Rosario. Era el altar femenino por excelencia. Ante ella oraban los recién casados y a ella le ofrecían sus ramos de flores. Ante ella se ofrecían a Dios las niñas y los niños recién bautizados. A su lado nos siguen impresionando los finos cuadros de Santa Lucía, con sus dulces ojos en bandeja brillante, y de Santa Catalina de Alejandría con la rueda dentada que destrozó en su martirio su pecho y vientre.En el altar del norte, la Virgen del Carmen con su encantador niñito. Es una imagen sumamente venerada, cuya fiesta se celebra con singular devoción; novena y procesión, y hasta hace pocos años con abnegados sacrificios de tiempo y esfuerzo. Especial patrona de las cosechas a punto de madurar, y frente a las temibles tormentas meteorológicas propias del comienzo del verano. Todavía está presente aquella oración que decía:
Te suplicamos, Señora,con fe, esperanza y amor,que los frutos de la tierralleguen a colmo y sazón.Si los frutos no llegaren,¡paciencia y resignación!
Su fiesta marca una temporada preciosa durante el año, que se suele señalar por estas expresiones: antes del Carmen; allá por el Carmen; después del Carmen.Al fondo de la Virgen y el Niño, sobre blancas nubes y coronas de angelitos, un expresivo cuadro de Santo Domingo y San Francisco, como mensajeros ante la Virgen y el Niño de las almas del Purgatorio. Santo Domingo, el gran burgalés y el del rosario, y San Francisco, el gran Santo del pueblo.En esa misma capilla, lado oeste, y debajo de un sencillo arcosolio está sepultado un antiguo y benemérito cura de Revilla del Campo, Don Andrés Quintano (+1622); bienhechor del pueblo y de la Iglesia. Sobre su tumba, donde reposan sus cenizas, está esculpida su figura yacente, devota, concentrada, serena, como gozando ya de la vida eterna. Quien la esculpió tuvo que ser un gran escultor. No en mármol, sino en piedra de Hontoria. Con sus ornamentos sacerdotales: alba, estola y casulla. Sus manos enlazadas sobre el pecho y su rostro magníficamente esculpido y como hundiendo la almohadilla de piedra. Encima un epitafio en latín y castellano.Bajo el antiguo enlosado de la capilla hubo una cripta con muchas sepulturas.
Capilla de Santa AnaFrente a la del Carmen, al lado derecho del crucero, se encuentra la Capilla de Santa Ana. Desde tiempos antiquísimos, en toda la Iglesia de Dios, se ha tenido gran devoción a los padres de la Virgen María, y no menos ha sido en Revilla. Un sacerdote lo fue tanto que le dedicó un altar especial con una serie de imágenes muy inspiradas y casi gigantescas. Sus autores no le debieron entender, pues parecen esculpidas para un altar mucho más alto, quizás de catedral o de colegiata. Las principales son: la de Santa Ana, situada en el centro, hermosa y solemne y con un tierno motivo: tener sobre las rodillas a su hija María y ésta, sobre las suyas, a Cristo Niño. Por otra parte, ya sabemos que no es Revilla el único lugar en donde a esta Santa se la ha venerado en forma tan familiar, aunque ya censurada por las autoridades después de Trento. A la izquierda de Santa Ana está San Joaquín, su esposo, muy bien representado. A su derecha, la de San Juan Evangelista con su distintivo del cáliz y la serpiente. En el centro de la parte alta, Santiago, patrón de España, sobre sus enemigos en blanco caballo; le miraban los chicos y exclamaban:
Santiago Matamoros,mata uno y huyen todos.
A su derecha, San Gregorio Magno; y a su izquierda Santa Julita y su niñito San Quirce, seguramente en recuerdo y amistad con los canónigos de la cercana y famosa Colegiata, fundada por el conde Fernán González a una legua al suroeste de Revilla. La cartela, que estaba sobre el altar, nos dice claramente quién la mandó construir en el año 1600, es decir, pocos decenios después de la misma Iglesia.Andrés Ximénez, Cura de esta Iglesia,por la devoción que tuvo a la gloriosa Santa Ana,hizo esta obra. Asentóse año de 1600.Todas las imágenes de este altar, fuera de sus exageradas dimensiones, están muy bien esculpidas, pintadas y doradas. Todos sus colores muy bien conservados. Hace pocos años han tenido que reforzarlo contra la pared porque se iba despegando de ella.
El Altarcito de San Sebastián
En la misma capilla de Santa Ana, mirando al sur, un pequeño altar, pero muy querido: el de San Sebastián, San Isidro y mártires de Cardeña. Sencillo, pero con bien torneados adornos pintados de suaves colores, con evocadoras y hermosas imágenes pequeñas. La imagen central de San Sebastián, modelo de fidelidad y amor a Cristo, por quien murió flechado a finales del siglo III, por orden del mismo emperador, de quien era ejemplo de oficiales y de valientes. En Revilla floreció en su honor y con su nombre, desde tiempo inmemorial, una Cofradía contra las pestes y desgracias del ganado lanar. Tenía su propio rebaño de ovejas que llamaban las “Bastianas”, distribuidas equitativamente entre todos los que tenían rebaños de esa clase. Los chicos le cantaban:
San Sebastián en coretas,con las flechas en las tetasy sangre en el corazón,líbranos de todo malpor tu santa intercesión.
Junto a él, el santo madrileño y patrono de los labradores, San Isidro Labrador, vestido de campo, con la reja y la aguijada, o injada, que dicen en Revilla. Entre los dos santos, el busto de un benedictino con el pecho abierto en redondel, protegido por un cristal, con las reliquias de los 200 mártires del no lejano Monasterio de San Pedro Cardeña del año 834, víctimas de una de las expediciones musulmanas más sangrientas contra la joven Castilla. En 1603, el Papa Clemente VIII los incluyó en el catálogo de los Santos y a su fiesta acudieron de Revilla una notable representación del pueblo, con sus curas, pendones y cruces. En lo alto del altar, humildemente, el santo más popular de todos los santos: San Antonio de Padua.
El Coro
Hemos aludido a él al entrar en la iglesia y al hablar de la escalera de caracol por la que se sube a una parte tan singular de todo templo de Dios. El de Revilla sigue la misma línea de gracia de todo lo recordado hasta ahora. Ante todo, desde abajo llama la atención verlo como suspendido en el aire, pues sólo se apoya en el ancho muro de la torre en donde deben de estar empotradas las fuertes vigas de hierro y madera que lo sostienen. En cuanto al rosetón que lo ilumina y marca su centro, visto desde el altar mayor, se le nota como un poco desplazado de él por la escondida escalera de caracol que le da subida y entrada.El coro tiene figura cuadrangular y, de frente, y en parte de sus lados, mirando a la Iglesia, queda asegurado y adornado con una llamativa balaustrada de piedra de Hontoria con finos calados de columnitas en eses. Antiguamente debió tener para el servicio coral y sus funciones solemnes de misas, vísperas, novenas, funerales, bodas…, una simple sillería, de modestos escaños o bancos corridos, parecidos a los del Ayuntamiento al pie del presbiterio. Pero al suprimirse por la desamortización el Monasterio Cisterciense de Bujedo, el Arzobispado de Burgos destinó para Revilla la sillería que allí tenían los Hermanos legos. Sencilla, de nogal, pero de cierta categoría y bien labrada, con algunas figuras en brazales y asientos. ¿Cómo llegó de Bujedo y qué daños ha recibido ya en Revilla al siglo y medio de su traslado? No lo sabemos, pero en la actualidad está muy deteriorada.
La Escalera de Caracol
A la torre, coro y campanario se sube por una escalera interior de caracol, de las que sólo hay unas pocas en la provincia de Burgos. Fuera de ella, quizás haya muchas. Su acceso está en la misma iglesia y trabajada dentro de la misma torre, de la que forma parte por sus lados norte y oeste. Es un cilindro con setenta peldaños de piedra de Hontoria. Cada escalón se compone de un bloque empotrado en el muro cilíndrico, estando el conjunto milimétricamente calculado, y dando al espiral en subida una precisión tal que desde su remate en el campanario puede hacerse el experimento de tirar una bolita cualquiera y ésta caerá a plomo al pie de la escalera.Las de esta clase se denominan de caracol de ojo, para distinguirlas de las más corrientes llamadas de caracol ciego, que van ascendiendo alrededor de un poste o columna del material más convencional. Del estilo de la de Revilla hay dos en el gran Monasterio de San Pedro de Cardeña, que serían seguramente el modelo de la revillana por estar cerca, tan solo a diez kilómetros. En cambio, a pesar de estar también cercanos, no la tenían así ni San Pedro de Arlanza ni Bujedo de Juarros. La subida de nuestra torre es un tanto oscura por no recibir la luz natural sino a través de unas estrechísimas saeteras o ventanillas que se ven en la fachada principal de la iglesia.
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Ermita de San Juan
La ermita de San Juan, es la más antigua e importante. Desde la misma fundación de las dos Revillas: la del Campo y la de Revillasuso o de la Fuente. Seguramente que sería la parroquia de esta última. En cuanto a la construcción actual, tan venerable y artística, pero dañada y descuidada por falta de medios económicos, remonta nada menos que al año 1150, como la de la iglesia de Sopeña, en Los Ausines.Está construida sobre una hermosa colina, alargada y dominante, derivada del Monte de la Isilla. A su derecha, mirando al oriente, domina el fresco y fecundo vallecito de Revillasuso y los Prados, que siguen con sus campos hasta Salgüerito. De frente, Santimbia, San Cristóbal y Montenuevo. Al sur y al occidente todo Revilla del Campo a la vista: campiña, pueblo y montes. En lo alto de la colina, y en sus laderas, se han encontrado notables vestigios de asentamientos romanos de los primeros siglos de la era cristiana, como así lo afirma de un modo contundente el profesor Abásolo. No se han hecho excavaciones serias; únicamente se encontró algo de gran importancia al arar las tierras.
Ermita de la Veracruz
Hacia el poniente, en las afueras del Barrio Pequeño, en el cruce de muchos caminos, especialmente el de Lerma a Montes de Oca y a muchos campos de ‘pan llevar’, de pastoreo y de montes muy extensos y espesos de encinas; viejo camino a Lara y Soria y antigua cañada de merinas hacia la Demanda.Noble construcción de forma rectangular con cuidada mampostería y fino cornisamento de piedra labrada para sostener el tejado. Dos anchas y altas puertas en arco; una mirando al sur y la otra al occidente. Pavimento de nobles baldosas con argollas hundidas en los bordes cubriendo viejas sepulturas. El altar sencillísimo con un gran crucifijo muy devoto, con imágenes laterales de la Virgen y San Juan Evangelista. A su entrada, y como adorno, un frondoso y centenario chopo.
Ermita de San Roque
Está situada en una dominante colina, encima de la calle Bajera, a su izquierda, a la entrada del Barrio Grande viniendo de Burgos. Modestísimo rincón santo en honor del conocido taumaturgo de ese nombre, abogado de pestes y gripes, que con harta frecuencia entristecían y diezmaban a nuestros antiguos pueblos. Su construcción es muy modesta, de simple mampostería.La sencillez de esta ermita es patente tanto en su exterior como en su interior. Un pequeño altar con la imagen del santo, el del perrito, guía y bondadoso, que lamía las úlceras de su amo. Su fiesta es el día dieciséis de agosto, celebrada piadosamente con el concurso de todo el pueblo, a veces con novena y procesión a su alrededor. Hubo un tiempo en el que la veneración a este santo, en su día o en otro más favorable, se celebraba una verbena popular con merienda, cantares y baile.La devoción, de las más populares en toda Europa, arraigó también profundamente en España. Fué terciario franciscano y vivió haciendo el bien de forma extraordinaria entre los siglos XIII y XIV. Hermosísima y fuerte era la olma que crecía cerca de su puerta. Murió de vieja, sacudida siempre por fuertes vendavales que por cientos de años aumentaron su vigor.